sábado, 24 de septiembre de 2011

GRISELINO


Griselino

Cuentan los vecinos más viejos del pueblo que, hace muchísimos años, había un rey llamado Griselino. El corazón de Griselino era igual a una pasa de uva. Malos tratos, enojos, gritos y egoísmo habían provocado esta penosa transformación: de tener un corazón aceptable a poseer el más pequeño. Tener de gobernante a un hombre con corazón oscuro y arrugado convirtió a todo el reino en gris. Las casas, las ropas, las flores, los pájaros y los árboles eran tan deslucidos como los días nublados. Toda una comarca tan gris como la ceniza. Griselino siempre estaba aburrido mirando el mundo apagado que lo rodeaba. Bufones y juglares habían intentado divertirlo pero, todo era en vano, ellos ya eran tan grises como el rey.
Cuando faltaba sólo un mes para que Griselino cumpliera años, gritó:
-¡Quiero una fiesta!
Los súbditos trabajaron mucho para preparar la celebración. El deseo del rey era el deseo de todos. Las invitaciones de platino viajaron semanas para llegar a las manos de los invitados.
Al recibir las tarjetas, los familiares y amigos, se excusaban con frases como: “Justo ése día me dolerá el oído”, “Tengo que ir al dentista”, “Cumple años mi mamá”, “Mi caballo está tuerto”.
La única que aceptó ir al evento fue una prima del rey llamada Vera.
Llegó vestida de gris, detalle que la hizo más familiar. Griselino la miró fijo y gritó:
-¿Qué me trajiste de regalo? Espero no sea algo malo.¡ Lo quiero! ¡Ya! O la suerte te abandonará.
-Primo Griselino, te lo daré en tres días, debes tener paciencia mi excelencia.
-¿Quién eres, tú, con esa exigencia? ¡Ja! ¿Tener yo paciencia? ¡Esto es una impertinencia!
-Soy tu prima que te estima. La única que ha venido al festejo y no me quejo.
-Ah... eres mi única invitada... ¿única invitada? Bueno... aunque sea una chiquillada, tu idea me agrada.
Primer día: Vera sacó de la valija un traje y una capa de color celeste
“Parezco un cielo lindo”, dijo el rey al probarse la ropa. Y una pequeña sonrisa mostró.
Luego, la invitada, colgó un sol en la torre más alta del palacio. El pueblo se iluminó. Pero Griselino no se dió cuenta porque estaba distraído mirándose al espejo.
Segundo día: Vera le dió un abrazo a Griselino. El rey sintió que su corazón se ensanchaba. Pudo ver el sol reflejado en el espejo.
Luego, la invitada, le dijo en el oído: “Te quiero Griselino”. Pero el rey no la escuchó, estaba distraído tratando de atrapar al sol, que veía en el espejo y gritaba “¡te quiero para mí, como si fueras un rubí!”.
Vera pensó y resolvió.
Mágicamente, el rey comenzó a tocar un violín. Y ahí sí, el rey pudo escuchar el “te quiero Griselino”. El corazón se le agrandó tanto... tanto que el monarca abrazó y le dijo “te quiero Griselino” a todo el reino. Todos los habitantes sintieron música en su interior.
Tercer día: Vera, como si fuera brisa, desparramó brotecitos verdes y cientos de azares entre los limoneros, cerezos y naranjos de la comarca.
Griselino persiguió con la nariz el aroma y llegó, en un soplido, a la torre más alta del reino. Desde allí, vio al pueblo gris convertido en un arco iris. Escuchó música de violín y a todo el pueblo decir: “te quiero Griselino”.
Vera le dijo al oído:-He cumplido, primo, tu regalo he traído.
Griselino contestó:-¡¡¡¡Gracias Prima Vera!!!! ¡Valió la espera!
Cuentan los vecinos más viejos del pueblo que, desde hace muchísimos años, la prima Vera llega para transformar la vida gris y ensanchar los corazones.
¿Será por eso que en primavera el sol es más brillante y se enamora hasta el elefante?
Patricia Iglesias Torres

Publicado en libro "Soy de primero" Editorial Ediba- 2010